Si echo la vista unos años atrás, me doy cuenta de que pasé una depresión durante algo más de un mes tras una ruptura y la sensación de “ser abandonada”. Divorciarme no formaba parte del plan a mis 24. Sentía mucho dolor en mi cuerpo y simplemente quería dejar de sentir. También era la primera vez que me sentía sola en el mundo y desconectada de él. Afortunadamente, tuve muchísimo apoyo por parte de familia y amigos, y, junto a mi práctica de yoga y el doctorado, me sentía centrada y con propósito.
Si te soy sincera, el único momento que me sentía fuerte era en la esterilla. Muy poco a poco esa sensación se fue contagiando también fuera de ella. Comencé a tener confianza en mí misma de nuevo (aunque no siempre). Dediqué tiempo a hacer cosas que me hacían sentir bien. Decidí decir “sí” a cosas que antes seguramente no hubiese hecho. Y, poco a poco, pero pisando firme, empecé a mejorar.
Y entonces ocurrrió, muchísimo antes de que me lo hubiese imaginado: me enamoré. Una parte de mí estaba totalmente aterrorizada y con miedo a volver a sentirme “abandonada” o sentir dolor, pero de forma consciente decidí que eso no me frenaría. Te confesaré que no ha sido fácil: he tenido que auto-convencerme en múltiples ocasiones a decir “sí” y a ignorar pensamientos “oscuros” e inseguridades. Me solía preguntar: “¿Qué quiero y necesito? ¿Desde dónde viene este pensamiento: desde el amor o desde el miedo?”. Y si venía desde el miedo o la inseguridad: lo desechaba. Y aunque esto igual te pueda sonar complicado: con muchísimo cariño y amor hacia ti misma, se puede hacer.
El estar en una relación ha sido lo mejor que me ha podido pasar. Traía a la luz cosas que de otra forma se hubiesen quedado en la oscuridad y que no hubiese tenido la oportunidad de trabajarlas y de quererlas (aunque no fuesen bonitas). He tenido la suerte de que mi pareja (¡recién casados ahora!) me permitió espacio de escucha y apoyo para aquello que estaba experimentando. Por supuesto hay baches y hay días malos. El camino no es en absoluto una línea recta, pero sabiendo que esto es así, puedes hacer paz con ello y aceptarlo. Y, sobre todo, recuerda no ser dura y tan exigente contigo misma.
He aprendido que ser vulnerable y honesta sobre lo que quieres y necesitas (con muchísimo cariño) es un antídoto muy poderoso. Y, por si acaso en algún momento lo dudas: vales muchísimo y te mereces TODO el amor del mundo.
Si esta historia resuena contigo y sientes que necesitas un poquito de guía: he encontrado un curso de auto-ayuda recientemente de Rising woman llamado “becoming the one” (not sponsored). Lo terminé hace unas semanas y no paro de recomendárselo a amigas que han sufrido algún tipo de trauma (pequeño o grande) o dudas en sus relaciones. Personalmente, me ha ayudado a validar mi propio camino dado que, afortunadamente, había muchas de las cosas que comparten que ya practicaba yo misma de forma intuitiva.
¡Te mando un abrazo muy muy grande!
xx
Irene